Solo una reacción cívica global puede impedir su
colapso
Nuestro planeta está en estado terminal debido a la
acción humana: Su agonía será complicada para nuestra especie, enfrentada al
reto de preservar la vida e impulsada a construir un futuro más armónico en el
que todo deberá cambiar. Por Eduardo Martínez y Alicia Montesdeoca (*).
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
Nuestro mundo está en una
situación parecida a la que vivimos cuando un ser querido se encuentra hospitalizado.
Los médicos se acercan,
nos muestran radiografías y resultados de diferentes pruebas, y nos dicen que
nuestro pariente está muy grave. No afirman que va a morir, pero se muestran
pesimistas.
Este el diagnóstico del
estado del mundo que los miembros del Comité Científico del Club
Nuevo Mundo realizaron la semana pasada, en una reunión especial sobre la crisis de
nuestra civilización.
Según este diagnóstico, el
planeta manifiesta todos los síntomas propios de un estado terminal: sus
océanos se están quedando sin oxígeno, las especies que lo mantienen con vida
desaparecen a velocidad vertiginosa, su atmósfera está seriamente contaminada,
la fiebre le sube cada vez más y puede alcanzar temperaturas que lo llevarían
al colapso.
Además, se ha
desconfigurado completamente: su modo de vida ha devenido anacrónico, es
incapaz de mantenerse en equilibrio y ha engendrado desigualdades internas que
hacen inviable la prolongación de la vida.
El diagnóstico se completa
con la constatación de que el planeta está abandonado a su suerte: nosotros, a
los que la evolución nos ha dotado de la capacidad de gestionar sus recursos
naturales, somos los responsables últimos de la crisis planetaria y de su
eventual desenlace.
La gestión forestal podría
ser clave para salvarle la vida: genera empleo, reduce el riesgo de incendios,
aumenta los caudales hídricos, mejora la biodiversidad, provee de bio-productos
y aumenta la resiliencia ante el cambio climático.
Sin embargo, la Covid-19
representa una advertencia: ha precipitado la metástasis y desvelado nuestra
fragilidad sanitaria.
También ha señalado que
los tiempos de reacción se agotan. El coronavirus es solo un síntoma:
en el fondo nos enfrentamos a una crisis de la vida.
Vida amenazada
La vida, una proeza de la evolución que se inició
hace 3.800 millones de años, sólo 700 millones de años después de la formación
de nuestro planeta, está a punto de desaparecer de este hormiguero de la Vía
Láctea que es la Tierra.
El ser humano, que solo lleva 2 millones y medio de
años de evolución, y que en comparación con los demás cuerpos celestes, por sus
dimensiones físicas, es tan insignificante como una bacteria terrestre, está a
punto de poner fin al experimento cósmico de la vida en este rincón del
universo.
Atónitos ante la agonía del planeta, nos planteamos
si todavía hay algo que podamos hacer para impedir el colapso sistémico que
supondría la desaparición de nuestra especie.
Momentos complicados
Descubrimos que lo primero
que debemos hacer es asumir la gravedad del momento y recuperar la confianza en
el futuro.
Lo segundo, que debemos
cambiar nuestra manera de pensar y de vivir porque la cultura en la que estamos
nos conduce al abismo: considera al ser humano como la cumbre de la evolución
con el derecho a someter a la naturaleza en todas sus formas.
Y lo tercero, que debemos
organizarnos como sociedad civil para preparar la supervivencia porque los
momentos que vienen son complicados.
La agonía del planeta no
será tranquila, advierten los científicos, sino turbulenta en episodios como
temperaturas incompatibles con la vida, rediseño de litorales, abundantes
catástrofes naturales, desertización, enfermedades zoonóticas, migraciones
masivas, conflictos entre potencias…
Reacción cívica
No podemos seguir esperando por las instituciones
porque su cultura les impide apreciar la gravedad de la crisis planetaria y
actuar en consecuencia.
Debemos ayudarles a que hagan mejor su trabajo,
pero al mismo tiempo poner en marcha iniciativas cívicas que resuelvan los
problemas prácticos que habremos de afrontar.
Los habitantes de la Tierra estamos solos en esta
crisis.
Lo que pase en este rincón perdido del universo, a
las bacterias humanas que representamos para el cosmos, no supondrá nada
relevante para la evolución universal.
Una vez más descubrimos que todo depende de nosotros.
El mayor reto
La vida que nos ha
proporcionado la evolución se enfrenta al mayor reto de su historia: usar
nuestras facultades superiores, nuestros talentos y la capacidad de amar que
hemos desarrollado, para impedir que desaparezca del sistema solar, único sitio
del universo conocido donde tenemos constancia de que exista.
Como todo gran reto, la
respuesta empieza por lo más pequeño y simple: el cambio personal, la decisión
de mejorar las cosas, la organización de respuestas y servicios coordinados,
primero a pequeña escala y luego a dimensiones más amplias.
Imagen de Free-Photos en Pixabay
Nuevos
escenarios
Y
también debemos despedirnos del mundo que fue: nada volverá a ser como antes
después de lo que está pasando. El rito funerario es lo que permite superar la
pérdida.
También
deberemos imaginar y construir nuevos escenarios que eviten experiencias
pasadas, de poder o violencia, los dos pilares que han vertebrado la evolución
humana hasta ahora.
Debemos
conseguir una mejor organización social y económica, otra manera más armónica
de entender las relaciones humanas, la economía y la política, el derecho, la
ciencia y la tecnología, si queremos preservar la vida.
Puertas
abiertas
Este
es el relato y las conclusiones de las dos jornadas que los miembros del Club
Nuevo Mundo vivimos la semana pasada junto a los miembros del Comité
Científico, para conocer el estado de nuestro hogar planetario.
Nuestras puertas están abiertas para seguir
acogiendo personas, proyectos e iniciativas que quieran reaccionar a la crisis
global y estén dispuestas a contribuir a este esfuerzo colectivo aportando lo
mejor de sí mismos.
Somos conscientes de que solos no vamos a
conseguirlo, y de que los retos nos trascienden completamente.
Pero también tenemos la determinación de no
permanecer impasibles ante la crisis y de contribuir a la refundación del
mundo.
No sabemos si lo conseguiremos, pero pensamos que
nuestro deber y nuestra responsabilidad hoy es intentarlo.
Si quieres sumarte, escríbenos y explícanos lo que
quieres aportar.
(*)
Eduardo Martínez
y Alicia Montesdeoca son los editores de Tendencias21 y Miembros Directivos del
Club Nuevo Mundo.
Para conectarse
con los Miembros del Comité, use el siguiente enlace: MIEMBROS DEL COMITÉ CIENTÍFICO QUE HAN PARTICIPADO EN ESTA
REFLEXIÓN
Fuente: TENDENCIAS 21 - 19 DE MAYO DE 2020
Traducción
libre de Soca
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