lunes, 16 de marzo de 2020


En una pandemia, la transmisión es continua

El COVID-19 es peor que una gripe y no está condicionado por el clima para su expansión: el verano podría contenerlo en el hemisferio norte, pero lo potenciará en el sur. En una pandemia, la transmisión es continua. Por Jeremy Rossman (*).


Foto: Freepik
A medida que el número de muertos por el virus del coronavirus sigue aumentando, algunas personas han declarado que el hecho de pasar de un clima frío a un clima cálido en el hemisferio norte podría retrasar e incluso detener la propagación de la enfermedad.

Sin ir más lejos, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump se hizo eco de esto diciendo: “El calor, en términos generales, mata a este tipo de virus”. Pero ¿tiene razón?

En verdad esta idea proviene en gran medida de hacer una comparación on la gripe tradicional.

En muchos sentidos, el COVID-19 es como la gripe: tanto en su forma de propagarse (mediante secreciones respiratorias y superficies contaminadas) como los síntomas que genera (en algunos casos, enfermedades respiratorias generalmente leves que pueden convertirse en una neumonía potencialmente mortal).

Pero la transmisibilidad y la severidad del COVID-19 son  mayores que las de la gripe. Además, no está claro si el virus se verá afectado por la variación estacional de la temperatura.

Resfriado de invierno
Con la llegada de la primavera, la gripe tradicional comienza a descender de manera significativa hasta su retorno, en el otoño, con temperaturas más frías.

Esta estacionalidad de la gripe se cree que es causada por la sensibilidad del virus a diferentes climas y por los cambios estacionales en el sistema inmunológico y en nuestros patrones de comportamiento.

Por ejemplo, el virus de la gripe suele sobrevivir mejor en épocas frías, en climas secos y con luz solar reducida (rayos ultravioleta).

AL mismo tiempo, los días de invierno (al ser más cortos) reducen los niveles de vitamina D y de melatonina en el cuerpo, lo cual puede afectar el rendimiento de nuestro sistema inmune.

Por último, en el invierno se pasa más tiempo con otras personas, en interiores y en una proximidad más cercana, aumentando las oportunidades para que el virus se propague.

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Comparación con otros brotes de coronavirus
Entonces, ¿qué factores afectan la transmisión del coronavirus? No está claro todavía qué temperatura y qué humedad tiene efecto en el propio virus, ni tampoco sobre su transmisión
Algunos otros coronavirus son estacionales, haciendo que los resfriados comunes surjan en  los meses de invierno.
La epidemia de SARS 2002-2003 también comenzó en el invierno del hemisferio norte y terminó en julio de 2003 con un pequeño resurgimiento en el invierno siguiente.

Pero los casos de SARS alcanzaron su punto máximo en el mes más cálido de mayo, y el fin de la epidemia fue en julio. Este ejemplo puede reflejar el tiempo que será necesario para contener al virus, en vez de pensar si con el clima la transmisión disminuye.

Además, el coronavirus Mers  relacionado se transmite principalmente en los países más cálidos.

Volviendo a la comparación con la gripe, la pandemia del virus de la influenza 2009-2010 cobró fuerza en la primavera y alcanzó su punto máximo en el invierno siguiente.

Esto sugiere que, en una pandemia, el elevado número de casos en muchos países de todo el mundo podría permitir la transmisión continua del virus durante todo el verano, superando cualquier variabilidad estacional que se observa en las epidemias más pequeñas.

Cuando la OMS todavía no había declarado al COVID-19 como pandémia (1), 
muchos expertos creían que nos acercábamos rápidamente a una pandemia.

En definitiva, la llegada de temperaturas más cálidas en el hemisferio norte permitirá reducir la transmisión del virus en el hemisferio norte (y, potencialmente, aumentará la transmisión en el próximo invierno del hemisferio sur), pero es muy poco probable que el clima en sí vaya a terminar con esta creciente epidemia. 

(1)        La OMS confirmó el estado de pandemia a nivel mundial por el Virus COVID-19 el pasado 11 de marzo (Nota de la Redacción)

Fuente:TENDENCIAS 21 / Tendencias Científicas – por Jeremy Rossman(*) 
13 de marzo de 2020

LA DIETA EVITA EL ENVEJECIIENTO DEL CEREBRO


El deterioro neuronal empieza a finales de los 40 años de edad
Una dieta baja en carbohidratos y rica en grasas evita e incluso revierte los efectos del envejecimiento en el cerebro, que empieza mucho antes de lo esperado:A finales de los 40 años de edad.


Foto: Freepik 
Una dieta baja en carbohidratos contribuye a prevenir y revertir el envejecimiento del cerebro, que para sorpresa médica empieza mucho antes de lo esperado: A finales de los 40 años de edad.
Lo ha descubierto una investigación dirigida por la profesora Lilianne R. Mujica-Parodi, de la Universidad Stony Brook, y publicada por la revista 'PNAS'.
“Los cambios neurobiológicos asociados con el envejecimiento se pueden prevenir o incluso revertirse en función de los cambios en la dieta”, explica  Mujica-Parodi."Pero para que esto cobre fuerza - continuó – se debe minimizar el consumo de hidratos de carbono”.
Los alimentos ricos en carbohidratos como el pan, la avena, los cereales o el arroz son la principal fuente de energía del organismo, debido a que durante su digestión se genera glucosa, el combustible preferido por las células del cuerpo.
El envejecimiento del cerebro es un proceso natural que ocurre cuando se deterioran ciertas regiones claves para la ejecución de acciones tan cotidianas, como dormir y alimentarse.
Durante esta etapa, las células disminuyen de tamaño y los neurotransmisores comienzan a ralentizar el envío de información a las demás partes del cuerpo.
La nueva investigación ha determinado que el consumo moderado de carbohidratos permite al cerebro generar más redes neuronales e incluso metabolizar mejor sus procesos químicos.
Cetonas vs Carbohidratos
La investigación combinó una base de datos de neuroimagen cerebral (fMRI) de casi 1.000 personas con edades comprendidas entre los 18 y los 88 años, con una investigación realizada por este equipo a 42 adultos menores de 50 años a los que analizaron también con fMRI, para observar directamente el impacto de la glucosa y las cetonas en el cerebro de cada individuo.
El estudio determinó con claridad que la comunicación funcional entre las regiones del cerebro se desestabiliza con la edad, generalmente a finales de los años 40, y que esa desestabilización se correlaciona con una cognición más pobre y se acelera con la resistencia a la insulina, una afección vinculada con la prediabetes y la diabetes tipo 2.
Los experimentos demostraron también que este biomarcador para el envejecimiento cerebral se modula con el consumo de diferentes fuentes de combustible: la glucosa disminuye y las cetonas aumentan la estabilidad de las redes cerebrales.
Eso significa que el deterioro cerebral se puede prevenir o revertir mediante el intercambio de glucosa por cetonas como combustible para las neuronas.
Las cetonas son las moléculas encargadas de descomponer la grasa y le proporcionan al cerebro una mayor energía, incluso a individuos más jóvenes.

Dieta citogénica

La dieta cetogénica, baja en carbohidratos y rica en grasas (aguacate, coco, semillas, aceite de oliva, nueces y almendras) reduce el azúcar en sangre y los niveles de insulina. Normalmente contiene un 75% de grasas, un 20% de proteínas y solo un 5% de carbohidratos.

Se cree que las cetonas proporcionan mayor energía a las células que la glucosa, incluso cuando los combustibles son calóricamente compatibles.
“Este efecto es importante porque el envejecimiento cerebral, y especialmente la demencia, están asociados con el hipometabolismo, en el que las neuronas pierden gradualmente la capacidad de utilizar eficazmente la glucosa como combustible”, dice Mujica-Parodi.

"Creemos que, a medida que las personas envejecen, sus cerebros comienzan a perder la capacidad de metabolizar la glucosa de manera eficiente, lo que hace que las neuronas se mueran de hambre lentamente y las redes cerebrales se desestabilicen", señala Mujica-Parodi.

Y concluye: “Por lo tanto, si podemos aumentar la cantidad de energía disponible para el cerebro mediante el uso de un combustible diferente, la esperanza es que podamos restaurar el cerebro a un funcionamiento más juvenil”.

Fuente: TENDENCIAS 21 / TENDENCIAS CIENTÍFICAS - 11.marzo.2020

Referencia
Diet modulates brain network stability, a biomarker for brain aging, in young adultsLilianne R. Mujica-Parodi et al. PNAS 3 March, 2020
DOI:https://doi.org/10.1073/pnas.1913042117