sábado, 29 de octubre de 2016

A LA ESPERA DE UNA TORMENTA SOLAR PERFECTA


Comparación entre una llamarada solar y una súper llamarada – Crédito: Universidad de Warwick/Ronald Warmington / abc.es

En el lenguaje que habitualmente los seres humanos intercambian noticias, es bastante difícil lograr una combinación de términos  científicos que evite dar una sensación apocalíptica ante posibles eventos naturales, que impliquen la posibilidad de que la Tierra sea afectada en una forma tal, que toda  la tecnología que hoy permite la vida cotidiana, pueda sufrir tal deterioro, que termine paralizando  todo el planeta.

Combinar  terminologías científicas con el lenguaje burocrático,  en un documento presidencial es bastante más engorroso y complejo.
El presidente de los Estados Unidos Barack Obama firmó en octubre de 2016 una orden ejecutiva para coordinar los “esfuerzos” de su Gobierno para “preparar a la nación ante eventos meteorológicos del espacio; entre los cuales algunos pueden ser los destellos solares, partículas de energía solar y ruidos geomagnéticos”.

Según el decreto, son fenómenos que ocurren en forma regular y pueden afectar infraestructuras clave, como son los satélites GPS, sistemas de comunicación, aviación y de distribución eléctrica; advierte que  “Tiene el potencial de afectar e interrumpir simultáneamente la salud y la seguridad en continentes enteros”.

Pero el documento presidencial no aborda la probabilidad de que ocurran estos fenómenos ni sus consecuencias, sino que se centra en mejorar la coordinación ante su posible impacto; explica que se hace necesaria “Una preparación exitosa ante eventos meteorológicos del espacio, es un esfuerzo de toda la nación, que requiere colaboración entre  gobiernos, gestores de emergencias, el mundo de la academia, medios de comunicación, la industria farmacéutica, organizaciones sin ánimo de lucro y el sector privado”.

Los ruidos geomagnéticos son una afectación del campo magnético de la Tierra, como consecuencia de la actividad solar; los destellos solares son una breve erupción de intensidad en la superficie del Sol o cerca de ella, asociada con las manchas solares. Es un fenómeno común que raramente tiene efectos relevantes. Las partículas de energía solar son iones y electrones expulsados desde el Sol como resultado de esas erupciones.
El fenómeno meteorológico más conocido, fue una tormenta solar en 1859, que se conoce como el evento Carrington, que permitió que se observaran  auroras en el cielo desde los polos hasta el Caribe, y los sistemas de comunicación por telégrafo quedaron alterados en Europa y América del Norte.
Un siglo después, en 1967, tres potentes erupciones solares inutilizaron los sistemas de radares de los Estados Unidos que estaban encargados de detectar la llegada de misiles soviéticos. Al estar en plena Guerra Fría, inicialmente Washington pensó que el culpable era Moscú.


Enlace al vídeo "Llamarada solar..."

 No es la primera vez que se advierten peligros provenientes desde el espacio, entre ellos  una tormenta solar geomagnética muy poderosa, puede dañar los satélites de comunicaciones, cerrar el tráfico aéreo, apagar las luces, computadoras, teléfonos y liquidar los sistemas GPS, afectando millones de hogares durante días, meses o incluso años.
Suena como un escenario de pánico tipo ciencia ficción, pero los científicos espaciales, corporaciones globales de seguros y agencias gubernamentales estadounidenses, desde el Departamento de Seguridad (DHS) de la NASA, la Oficina de Política Científica y Tecnológica (OSTP) de la Casa Blanca, se lo toman muy en serio. De ocurrir, a pesar de ser un evento de baja probabilidad, es de alto impacto, el cual debe afrontarse desde varios frentes, como ser la investigación, la prevención y tener una estrategia de mitigación.

Siempre se está controlando la actividad del Sol, en especial, cuando sucede una Eyección de Masa Coronal (Coronal Mass Ejection – CME), una onda de radiación y el viento solar, que se desprende del Sol en los período de actividad solar máxima, son ondas muy peligrosas, porque de llegar a la Tierra y su campo magnético está orientado al sur, puede dañar los circuitos eléctricos, los transformadores y los sistemas de comunicación, aparte de reducir el campo magnético de nuestro planeta; en cambio, si está orientado hacia el norte, rebotará inofensivamente en la magnetosfera.
La magnetósfera es una región alrededor de un planeta, en la que el campo magnético de éste, desvía la mayor parte del viento solar, formando un escudo protector contra las partículas cargadas de alta energía procedentes del Sol.

Una llamarada puede generar varias oleadas de diferentes partículas, la primera llega unos 10 a 20 minutos  debido que viaja a casi la velocidad luz, su energía puede interrumpir las comunicaciones satelitales; si la llamarada es fuerte puede dar lugar a una eyección de masa coronal la cual, según su intensidad demora en llegar entre 18 horas a  3 días y si la orientación de su  campo magnético es la adecuada (orientada al sur), penetra el campo magnético terrestre y por inducción las intensa corrientes eléctricas pueden dañar, incluso inutilizar, las centrales energéticas, provocando apagones y cortes de suministro.

En una reciente conferencia en Washington, Louis Lanzerotti, investigador del Centro de NJIT para la Investigación Solar-Terrestre, en la cual se reunieron especialistas en meteorología espacial de distintos ámbitos, resumió las implicaciones de una tormenta solar-masiva para una sociedad como la tecnológica actual e híper-conectada comentando: “Desde el desarrollo del telégrafo eléctrico en la década de 1840, los procesos del clima espacial han afectado al diseño, implementación y operación de muchos sistemas de ingeniería en un primer momento en la Tierra y ahora, en el espacio, ha señalado Lanzerotti, a medida que la complejidad de tales sistemas aumenta, por la invención y despliegue de nuevas tecnologías, y que los seres humanos se han aventurado más allá de la superficie de la Tierra, tanto los sistemas construido por los humanos como por la propia humanidad, se vuelven más susceptibles a los efectos del entorno espacial de la Tierra”.

Además de las interrupciones en las comunicaciones y de las redes de energía, esas poderosas explosiones de radiación electromagnéticas, partículas energéticas y plasma magnetizado, tienen el potencial de corroer las tuberías de agua y alcantarillado, borrar los datos históricos almacenados en la memoria de los ordenadores, socavar las operaciones militares y de seguridad y hacer daño a los astronautas que viajan en el espacio.
Es por este motivo que los investigadores han insistido en la creciente urgencia de reforzar tanto la investigación científica básica, como el desarrollo de aplicaciones prácticas.
Daniel Baker, Director del Laboratorio de Física Atmosférica y Espacial de la Universidad de Clorado-Boulder  ha señalado: “Una vez que los sistemas empiezan a fallar, (los cortes) pueden multiplicarse en cascada de manera que ni siquiera podamos concebir”.

De producirse eventos de  cualquiera de las características antes mencionadas, las consecuencias serán catastróficas. En un informe del año 2013 el mercado de seguros  Lloyd de Londres estimaba que si la población se encuentra ante el riesgo de una tormenta masiva, los costos de recuperación en obtener las piezas de recambio para los transformadores estarían entre los 600.000 a 2,6 billones de dólares.
También existen las pequeñas tormentas que pueden causar problemas como fue  un  apagón en Suecia durante el cual la NASA, también detectó anomalías en  misiones en el espacio.
Varios años más tarde, nuevamente en Suecia, la interrupción de los sistemas de control de vuelo detuvo el tráfico aéreo. Por este motivo, la Directora del Medio Ambiente y Energía en el OSTP, Tamara Dickinson  dijo “El gobierno está en un punto de inflexión fundamental en su enfoque de la planificación del clima espacial y dispuesto a tomar medidas decisivas para hacer frente a este riego”.

La Fuerza Aérea de los Estados Unidos también está expandiendo su red de sensores para monitorear el clima espacial, colocándolos en todos sus satélites; ellos indican que “Necesitamos datos para apoyar determinadas operaciones militares”. La Fuerza Aérea se basa en el GPS para las misiones como son el pilotaje de aeronaves por control remoto. Ellos comentan que “Si podemos predecir el clima espacial, podemos retrasar o ampliar las operaciones en el lugar”.

Recientemente la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) añadió considerar  en sus diarias operaciones de sus sesiones de información, el clima espacial.
Y la NOAA – Administración Oceánica y Atmosféricas Nacional – ha señalado que realizará un  intenso seguimiento de las tormentas solares, para  predecir oportunamente sus futuras consecuencias.

Por lo tanto, los seres humanos deben tomar conciencia de que no queda más remedio que prepararse lo mejor posible para lo que en algún momento pueda suceder, no es  un evento de si sucederá, sino de cuando sucederá y que tan fuerte será.
Fuente: ABC.es / Wikipedia / El País et al.