Se dice que el Planeta Tierra está en crisis, pero esto es solo una verdad a medias, la Tierra solo está experimentando cambios
en su superficie, en gran parte debido a la acción humana, pero no va a
desaparecer.
La verdadera crisis está en nuestra
civilización, por lo tanto, en nuestra forma de vida.
En la actualidad
la población de la Tierra asciende aproximadamente a 7.500.000.000 de habitantes.
Si bien
la especie humana ha aumentado enormemente en cantidad de individuos, ese
crecimiento por si mismo no debería ser un problema, ya que también contamos
con las herramientas y conocimientos como para que toda esa población tenga una
buena calidad de vida, sin necesidad de comprometer los recursos naturales para
las generaciones futuras.
Tenemos
los conocimientos y la tecnología para producir alimentos y energía de forma
sustentable. También para utilizar y reciclar el agua potable de modo que esta
no se agote.
Se
podría, entonces satisfacer el consumo total de productos y servicios si este
fuera ser más racional. Además, claro, para reducir, reutilizar y reciclar
nuestros deshechos de forma tal que dejen de provocar un colapso ambiental en
las cercanías de cada ciudad.
En
definitiva, podríamos reducir drásticamente el impacto ambiental de nuestras
actividades, sin que esto significara volver a la época de las cavernas, como
dicen nuestros detractores, que pretendemos hacer los ecologistas.
El
problema se encuentra en la forma en la que se ha desarrollado nuestra
civilización, en los medios y tecnologías que se vienen utilizando y en la
forma en la que se ha ido organizando. Lo que ha primado hasta ahora no es la
sustentabilidad de los recursos, sino la generación de nuevas necesidades de
consumo, con el fin de aumentar las ventas y por consiguiente los beneficios
económicos de las empresas que los producen.
Y para
aumentar aún más esos beneficios, se reducen al máximo los costos, lo que
también significa deterioro de la salud y bienestar de la población, contaminación
y destrucción evitable de ecosistemas.
Desequilibrios ecológicos tales como el calentamiento
global, son consecuencia directa de la sobre explotación de los recursos
naturales, en este caso en particular especialmente de los recursos fósiles, y afecta
a todas las regiones del mundo. Pero sus peores efectos se sienten más
intensamente en las zonas más deprimidas y dentro de ellas en los sectores
empobrecidos. Y esto, va empeorando rápidamente.
Sobre lo
que no quedan dudas, es que se trata de una crisis estructural, una crisis del
modelo de desarrollo que ha prevalecido en el planeta y se ha acentuado en las
últimas décadas.
Exige un
replanteamiento de parámetros, un cambio profundo y no más soluciones
parciales.
En América Latina las resistencias al modelo
han sido y son muy numerosas.
Se
encuentran en todos los sectores populares: campesinos, obreros, pueblos
indígenas, afrodescendientes, movimientos ecologistas, mujeres y, jóvenes y
otros.
Pero la
época de la resistencia, va dejando lugar a una nueva etapa, la del planteo y
puesta en marcha de nuevas alternativas.
Se
requiere empezar a pensar en alternativas viables y comenzar a introducirlas en
la práctica para que el cambio de modelo no sea tan drástico, para que el colapso final del capitalismo
nos encuentre preparados.
En
definitiva, construir las bases de una nueva civilización, asentada en el uso
sostenible de los recursos naturales, que pueda ofrecer respuestas a las necesidades de los pueblos,
incluyendo a todas las culturas, saberes, filosofías y religiones, para que
cada una ofrezca su aporte propio a la construcción social nueva.
Este
proceso se encuentra en marcha y sobre él apoyamos muchas de nuestras
expectativas de que un mundo mejor, es posible.
Fuente :ECOPORTAL
Ricardo Natalichio Director -03.diciembre.2018
Traducción libre de Soca
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