Esta segunda parte del tema relacionado con la Hora Oficial de Chile, se centra en el horario de verano.
Originalmente el horario de verano fue propuesto primeramente por Benjamín Franklin y luego en 1907 por William Willet, cuya propuesta mostraba muchos intereses políticos involucrados. Se aplicó en Norteamérica en 1916 durante la Primera Guerra Mundial con el propósito de ahorrar carbón, principal fuente de energía de la época.
A pesar de las controversias que genera el cambio de hora, muchos países, sud-americanos y europeos lo aplican, pero se desconocen con exactitud sus resultados económicos. La propia Unión Europea no ha podido lograr una conclusión definitiva, debido que sus repercusiones, especialmente en verano, son muy distintas en función a la situación geográfica de los países y diferente también en cada sector de actividad, dificultando poder alcanzar conclusiones globales.
El pretendido ahorro energético en un país del hemisferio norte es muy diferente a un país del hemisferio sur, teniendo que considerar también su cercanía al ecuador. Lo que se ahorra por la mañana, se gasta más por la noche o viceversa, pero los tiempos brutos de actividad de los seres humanos, es el mismo que si no se cambiara la hora.
En nuestro país, la explicación oficial habitual, es que se aplica para lograr un ahorro de energía al aprovechar mayor período de tiempo de luz solar por reducción de la iluminación artificial. No se encuentran evidencias estadísticas significativas que apoyen la hipótesis, ya que este horario estimula mayormente la aparición de alta demanda, incrementando los costos; especialmente en el ámbito estatal y empresarial, donde normalmente la iluminación es usada permanentemente con independencia de la luz exterior.
En cuanto a las personas, los cambios de horario dificultan la percepción del tiempo causando problemas de sueño al alterar la duración y eficiencia ocasionando trastornos de salud. Los seres humanos tenemos un reloj biológico que se activa desde el momento de nuestro nacimiento, nuestra vida social, los estudios, el trabajo y todo nuestro quehacer diario se rigen por el tiempo que dictan calendarios y relojes, las funciones vitales de los seres humanos, son regidas por el ritmo de lo que se conoce como nuestro “reloj biológico”.
El Reloj Biológico es un sistema muy complejo donde la actividad de ciertas células y sustancias obedece, como las manecillas y las cuerdas de un reloj, a un mecanismo preciso y constante que cuando falla ocasiona en las personas trastornos de sueño, depresión o esfuerzos especiales con el solo fin de "ajustarse", a nuevos horarios. El ritmo biológico está en todos y en todos lados. Todos los seres vivos tienen ritmo: ritmos diarios, ritmos de menor y mayor frecuencia, incluso aquellos seres que no viven a la luz del sol. Esta generalización, que parece obvia no lo es: todo ser que ha sido estudiado es rítmico, estamos en un planeta que gira sobre si mismo y alrededor de su estrella central, y los genes reaccionan ante esta situación.
De este tema, se preocupa la cronobiología, que se pregunta cómo funciona el reloj biológico y qué le dice el mundo para ponerlo en hora, que en definitiva no es muy diferente a la pregunta de cómo sincronizar relojes. El reloj biológico regula los cambios que van teniendo el cuerpo en, por ejemplo, la temperatura o la presión arterial. Después de diferentes experimentos, se ha llegado a la conclusión que la información va al centro del cerebro: ingresa a través de la luz por los ojos y se ubica en el núcleo supraquiasmático.
Hace 30 años se descubrió que la alteración o desaparición de este pequeño núcleo, altera los ritmos del organismo; fue la primera evidencia de que en el cerebro hay un reloj maestro que rige muchos de nuestros mecanismos básicos. Pese a que los ritmos biológicos son conocidos desde hace 300 años, generalmente se les había relacionado con eventos geológicos como la noche y el día, o el verano y el invierno, ligados a la rotación de la Tierra. Por lo mismo, para la fisiología, la ocurrencia de eventos temporales dentro del organismo es toda una curiosidad. Este núcleo es uno de los relojes biológicos de nuestro organismo y rige buena parte de los fenómenos temporales ligados al sueño, a la adaptación en el tiempo y a la depresión.
El reloj biológico como sistema capaz de generar un orden temporal en las actividades del organismo, oscila con un período regular y utiliza las oscilaciones como referencia temporal interna. Así, por ejemplo, se ha podido establecer que el funcionamiento del reloj biológico puede resultar determinante para explicar el porqué del bajo rendimiento que muestran muchos deportistas de primer nivel cuando viajan al otro extremo del planeta al participar en alguna competencia, como también la baja en el rendimiento de los trabajadores en sus labores diarias.
Para Albert Einstein, el concepto de entender el tiempo, así como la idea de simultaneidad, fue fundamental a la hora de elaborar la Teoría de la Relatividad,. Una de las formulaciones en términos populares de la teoría de la relatividad consiste en poner en hora una serie de relojes a partir de un reloj maestro y evaluar cuánto tarda la señal entre uno y otro, teniendo en cuenta que entra en juego la velocidad de la luz, que es enorme pero no infinita.
En nuestro país, los cambios de horario no tienen un efecto de ahorro de energía comprobado. Aún cuando las justificaciones del momento de la toma de decisión hayan sido los período de sequía. Falta un sistema que evalúe y defina con exactitud la realidad del ahorro energético, si es que lo hay, versus analices de su efecto en toda la sociedad chilena; se hace necesario conocer como afecta la vida de cada ser humano, desde menores de edad a los adultos y ancianos.
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Bibliografía: La Tercera; José Manuel Sánchez Torres, médico de familia del Hospital Sagrado Corazón de Sevilla; Accesoria Nutricional; Grupo Yahoo-respuestas; Foro3K.
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