Un mundo en el que llueven piedras, con una superficie cubierta de océanos de lava y una temperatura de mil grados centígrados es, hasta el momento y pese a esta apocalíptica descripción, el planeta que los científicos consideran más parecido a la Tierra fuera de nuestro Sistema Solar. Corot-7b fue presentado en septiembre de 2009 en un congreso astronómico celebrado en Barcelona, España, como nuestro «gemelo». Sin embargo, algunos científicos creen que esta conclusión es algo precipitada, y apuntan a que Corot 7b, situado a 400 años luz, puede ser en realidad el primero de una nueva clase de exoplanetas, los «Super Io». Reciben su nombre por Io, la rarísima luna de Júpiter que se caracteriza por una gran actividad volcánica, y es con ella, en realidad, con la que podrían mantener un gran parecido.
El estudio, dirigido por Rory Barnes, de la Universidad de Washington en Seattle (EE.UU.), sugiere que, al igual que Io, Corot-7b puede estar sufriendo lo que se conoce como un calentamiento de marea, una subida de temperatura provocado por la deformación constante de su corteza debido a la atracción de la gravedad de otros cuerpos vecinos. En el caso de Io, el culpable del apretón es Júpiter y otros satélites; y en el de Corot 7-b, su estrella y quizás otros planetas cercanos. Esto genera suficiente calor interno como para originar cientos de volcanes activos.
Como Corot 7-b es un planeta, lógicamente recibe calor de su estrella no sólo por su atracción. Su órbita le lleva a apenas 2,5 millones de kilómetros de distancia de ella, cuando la Tierra, por ejemplo, orbita a cerca de 150 millones de kilómetros del Sol. Es decir, Corot 7b está extraordinariamente cerca. Observaciones anteriores registran temperaturas de mil grados centígrados sobre su superficie. Esto es los suficientemente caliente «para que haya estanques e incluso océanos de magma», afirma Barnes. El infierno es aún mayor en la cara del planeta que siempre mira su estrella (de la misma forma que la Luna, atrapada por el campo de gravedad de la Tierra, nos da siempre la misma cara). Los científicos creen que en esa cara existen mares de lava fundida, y en la otra, la oculta, una gran actividad volcánica que puede causar estragos.
Stan Peale, profesor emérito en la Universidad de California en Santa Bárbara y uno de los científicos que había previsto el vulcanismo en la luna Io antes de ser detectado por la sonda Voyager, cree que las conclusiones de Barnes son «viables». Sin embargo, «si Corot-7b tiene realmente vulcanismo activo va a ser muy difícil de probar en estos momentos». Barnes apunta que quizás el telescopio espacial Spitzer sea capaz de ver los gases procedentes de Corot-7b, aunque es una tarea complicada «porque el planeta está muy lejos».
El estudio, dirigido por Rory Barnes, de la Universidad de Washington en Seattle (EE.UU.), sugiere que, al igual que Io, Corot-7b puede estar sufriendo lo que se conoce como un calentamiento de marea, una subida de temperatura provocado por la deformación constante de su corteza debido a la atracción de la gravedad de otros cuerpos vecinos. En el caso de Io, el culpable del apretón es Júpiter y otros satélites; y en el de Corot 7-b, su estrella y quizás otros planetas cercanos. Esto genera suficiente calor interno como para originar cientos de volcanes activos.
Como Corot 7-b es un planeta, lógicamente recibe calor de su estrella no sólo por su atracción. Su órbita le lleva a apenas 2,5 millones de kilómetros de distancia de ella, cuando la Tierra, por ejemplo, orbita a cerca de 150 millones de kilómetros del Sol. Es decir, Corot 7b está extraordinariamente cerca. Observaciones anteriores registran temperaturas de mil grados centígrados sobre su superficie. Esto es los suficientemente caliente «para que haya estanques e incluso océanos de magma», afirma Barnes. El infierno es aún mayor en la cara del planeta que siempre mira su estrella (de la misma forma que la Luna, atrapada por el campo de gravedad de la Tierra, nos da siempre la misma cara). Los científicos creen que en esa cara existen mares de lava fundida, y en la otra, la oculta, una gran actividad volcánica que puede causar estragos.
Stan Peale, profesor emérito en la Universidad de California en Santa Bárbara y uno de los científicos que había previsto el vulcanismo en la luna Io antes de ser detectado por la sonda Voyager, cree que las conclusiones de Barnes son «viables». Sin embargo, «si Corot-7b tiene realmente vulcanismo activo va a ser muy difícil de probar en estos momentos». Barnes apunta que quizás el telescopio espacial Spitzer sea capaz de ver los gases procedentes de Corot-7b, aunque es una tarea complicada «porque el planeta está muy lejos».
Fuente: abc.es - Judith De Jorge MADRID/martes , 09-02-10 / Actualidad Espacial
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